domingo, 31 de octubre de 2010

e x p e c t a t i v a s

e x p e c t a t i v a s from tanya hernández velasco on Vimeo.

viendo viridiana sin sonido




Viridiana es conocida por la reinterpretación que Luis Buñuel da a ciertos emblemas de la iconografía católica: La Última Cena, la cruz, la corona de espinas y los clavos de la crucifixión de cristo, la figura de santa viridiana, el Réquiem de Mozart y El Mesías de Handel.

Al ver esta película sin sonido, se pierden estas referencias que juegan para reforzar el tono irónico de Viridiana. Buñuel las recontextualiza: al Réquiem, pieza compuesta para acompañar los actos litúrgicos en las defunciones, el cineasta lo vincula a Don Jaime, un personaje en cierto modo deshauciado y cuyo comportamiento se haya alejado de la moral católica. Y El Mesías, es un refuerzo de la puesta en escena satírica de La Última Cena, donde Buñuel deja expuesta la decadencia inevitable de las representaciones tradicionales católicas debido a su falta de actualidad.



Lo que se pierde al no escuchar la película, sin embargo, es contrastante con el peso que ganan las imágenes. La película pierde sutileza, no en un sentido negativo, sino en el sentido de que esa sutileza era necesaria para evitar la censura. La crítica es desenfrenada ahora, la sexualidad de los personajes más evidente, la carga de significado de los objetos es mucho más fuerte.

Las voces de los personajes y sus diálogos son un rodeo burgués de lo que en realidad desean. Viridiana, en sus líneas mojigatas e ingenuas, en silencio es despojada de hipocrecia. Por ejemplo, cuando se dirige a Rita, la hija de la criada de la casa de su tío, se puede observar una Silvia Pinal que mira con desdén genuino, desdén que los diálogos atenúan. Las miradas de deseo de los personajes (Don Jaime a Rita, Don Jaime a Viridiana, Ramona a Jorge, Viridiana a Jorge) son más obvias sin el filtro de los diálogos cargados de moralidad burguesa y católica de los personajes. Viridiana se ve más humana y compleja sin la voz chillante de la Pinal.

Por otro lado, los objetos que se presentan en la película y que con diálogos se explica su procedencia y su incorporación a la vida cotidiana, sin sonido también obtienen un nuevo matiz. La película potencializa su atmósfera inquietante, remitente a La edad de oro. El crucifijo cuchillo, que Buñuel tanto alega que es cotidiano y que se encuentra en muchos rincones de España, se ve más filoso que nunca sin sonido. Viridiana con la corona de espinas se ve mucho más violento. La represión católica es mucho más tangible y por lo tanto, la película se vuelve mucho más provocadora.



Sin sonido también se hacen evidentes los recursos cinematográficos. El dolly in que se realiza a los personajes en momentos de estrés y que también es distintivo de Simón del Desierto, permite acercar al espectador a su psicología y obvía la visión que Buñuel tiene acerca de ellos. A Viridiana, por ejemplo, Buñuel la mira de forma condescendiente. Él sabe que a pesar de lo que diga, su deseo no es pertenecer en el convento ni reprimir su sexualidad. Con este movimiento de cámara y sin el filtro del sonido, Viridiana queda totalmente expuesta.

Ver Viridiana sin sonido recuerda el grado de provocación que el Buñuel de la primera etapa francesa lograba, lo directo y bruto de las imágenes surrealistas y la conexión directa de estas con el subconsciente más que con el análisis lógico. En esta Viridiana no hay censura, no hay sutilezas, Viridiana no "cae" moralmente, sino que se permite ser. El final que sugiere un ménage à trois no es escandaloso, sino natural.

Sin embargo, se pierde un sentido del Buñuel cínico e irónico que mejor se puede ver en su etapa mexicana. La secuencia en la que un mendigo intenta violar a Viridiana es acompañada también de El mesías y de sus varios aleluyas parece que la castidad de Viridiana va a ser eliminada.




cuerpo

c u e r p o from tanya hernández velasco on Vimeo.

domingo, 12 de septiembre de 2010

mito en un contexto contemporáneo

una mujer alta, vestida de gabardina blanca, toma un taxi en una esquina. llega a una calle poco transitada del centro histórido de la ciudad de México. baja del taxi y de forma natural, abre la puerta principal de un edificio en estado precario. no hay nadie que la identifique.


sube las escaleras. ella, segura de sí, entra a un departamento en la parte de arriba al que no necesita introducir ninguna llave. está deshabitadado.


se quita la gabardina y con un leotardo rojo (y un collar de craneos pequeños) comienza a realizar un baile frenético y a la vez elegante, como de ballet contemporáneo.




la ciudad de México comienza a temblar. vemos una intercalación de los movimientos fragmentados de esta mujer y de la forma en la que se mueven los cables, los coches, los edificios. se abre la tierra y caen estructuras enteras, ella sigue bailando. por momentos se sobreponen las imágenes de ella bailando y parece que tiene más brazos.



del edificio en el que ella está, sólo cae la pared frontal, dejando ver a la mujer bailando. la gente fuera, horrorizada, le implora que pare. cuando por fin se detiene, deja de temblar. ella mira hacia la ciudad, para contemplar su destrucción. sale corriendo del edificio entre los gritos y las ambulancias que ahora reinan en la ciudad y busca otro taxi.


el mito que yo intenté recontextualizar es el de la diosa hindú Kali, quien es conocida por ser un avatar de la energía femenina del dios Shiva. ella es conocida por ser una manifestación del poder de destrucción de éste último Kali destruye para comenzar desde el principio, destruye los miedos y enfrenta a los mortales a la muerte. lo anterior no es con un fin negativo, sin embargo, Kali es una diosa sumamente pasional que se tiende a emborrachar con la sangre humana y que a veces encuentra difícil detenerse. ella llega, destruye y se va, dejando la posibilidad de que se comience desde cero. también es una diosa que tiende a destruir a través del baile. la historia que yo adapté sería un episodio de destrucción antes de que llegue Shiva, quien logra contener la ira de Kali bailando con ella.

martes, 17 de agosto de 2010

una imagen recurrente

una imagen de un sueño:


pintura morada cayendo sobre el pasto


está goteando desde un pescado que cuelga


lo jala un niño que se está trepando a un árbol

en mi sueño, el niño es mi hermano cuando estaba más pequeño. le había robado un pescado a mi mamá de la cocina y corría al hipotético jardín trasero. ahí, se subía a un árbol, con el pescado atado a un hilito y colgando, tiraba pintura morada. yo lo seguía y lo veía, mi mamá me preguntaba si sabía dónde estaba mi hermano para castigarlo y yo le contestaba que no.